jueves, 28 de abril de 2011

Crónicas del Ángel Gris, por Alejandro Dolina


Mandeb no aclara qué es lo que ocurre con los originales. Solamente una oscura frase parece orientarnos: "... A veces se me hace que este mundo es falsificación barata de otro. Nada sale nunca del todo bien. La vida es hermosa pero uno se muere, el amor tiene un precio altísimo, el vino ocasiona dolor de cabeza. Siempre falta algún detalle y ese detalle es decisivo". 

Quien escribe coincide -por una vez- con el mentor de Flores. No está mal contemplar las catedrales góticas, los canales de Venecia o la gran muralla. Sí está mal creer que esas contemplaciones darán sentido a la vida. Para encontrarse a uno mismo no es necesario caminar mucho. Se los digo yo, que me he rastreado por todas partes y me encontré en el patio de mi casa, cuando ya era demasiado tarde.

Esta muchacha no será para mí -pensaba mientras la veía doblar para siempre la esquina.
Es que cada mujer que pasa frente a uno sin detenerse es una historia de amor que no se concretará nunca. Y ya se sabe que los hombres de corazón sueñan con vivir todas las vidas. 

Por eso, señores, si acaso atesoran uno de estos metejones locos, a no arrepentirse. Sigan soñando y esperando lo imposible. Aunque sepamos que nuestras ilusiones no habrán de cumplirse nunca, sigamos acariciándolas. Lo contrario sería -como pensaba Wimpy- confundir una ilusión con un pagaré... 

Cruel como el Carnaval es el verano. Se necesita guapeza para enfrentarlo, para dominarlo y gozarlo en su brutalidad pagana. Nosotros, de este lado, hombres fuertes y jóvenes, pero tocados ya por el mal del otoño y de las sombras, nos atrevemos todavía a compadrear ante el sol. No tenemos miedo a meternos bien adentro, allí donde no se hace pie. Pero sabemos que ya tras el horizonte ha nacido una ola que se va acercando a la playa. Pronto nos alcanzará y de un solo saque nos apagará las últimas brasas del alma. Después ya no habrá olas para nosotros.

Juntacadáveres, por Juan Carlos Onetti


A través de los fracasos, de los malos momentos, de los años de pruebas y ensimismamientos, de lecciones imprevistas, Junta había llegado a descubrir que lo que hace pecaminoso al pecado es su inutilidad, aquella perniciosa manía de bastarse a sí mismo, de no derivar; su falta de necesidad de trascender y depositar en el mundo, visibles para los demás, palpables, cosas, cifras, satisfacciones que puedan ser compartidas. 

Y ahora llegaron a los quince años y empiezan a ocupar sus sitios y a desplazar, empiezan a creer que la vieja aventura tediosa y apasionante, la interminable reiteración de lugares comunes, se inicia con ellos y que ellos la van descubriendo y creando. Y es verdad, tengo que aceptarlo; ellos van haciendo, entusiastas y sumisos, uno a uno, los capítulos de la inveterada historia y no saben que ella estaba antes, que vuelve a hacerse con ellos, que los hizo y los hace a ellos para consumar su porfía maniática.

miércoles, 27 de abril de 2011

El águila bicéfala, por Antonio Gala


Dos observaciones, hijas de mi experiencia, les haría yo a mis oráculos: que no se puede poseer del todo sin ser poseído; y que el destino es lo que se hace a ciegas, lo que se cumple sin saberlo, y cuando ya se sabe es demasiado tarde. 

El amante suele dejar de amar, pero no deja de amar nunca el momento en que amó: ese momento que no existe. Le urge encontrarlo entre cartas, atardeceres, gestos, ropa interior, palabras. Imposible. Y revuelve nervioso el equipaje. No; se extravió en alguna parte, por descuido quizá, o se lo robaron. El tiempo en el que amamos nos olvidó. Todo en nosotros es irrecuperable. 

Qué confusos el futuro y el pasado. Qué confuso el presente. Para Ulises, ¿era el tosco palacio de Ítaca su casa? ¿O la casa de Ulises era el mar? En el fondo, desde el principio, tú tuviste la certeza de que la casa de uno es su destino. Yo aún no lo he aprendido. 

Sólo que el sexo no nos ha sido dado para procrear, ni para atrapar infecciones venéreas, ni para elegir por él tanteando nuestro amor, ni para ser juzgados, ni para usarlo con cautela, ni como clave de discriminaciones, ni como tema de tragedias. El sexo, Tobías, no nos ha sido dado: somos nosotros quienes hemos sido dados a él. Como náufragos a una isla misteriosa.

Borges, por Adolfo Bioy Casares


Bara refiere que en uno de sus viajes en avión estuvieron a punto de estrellarse, porque un motor se desprendió, pero que a último momento el aviador consiguió enderezar el aparato y aterrizar. Él lo felicitó, pero los demás viajeros protestaron porque atribuían la salvación de sus vidas a una imagen de la Virgen milagrosa de cierta localidad, que una viajera extrajo de la maleta. Comentario de Borges: “Es decir que Dios habría ordenado que el motor se soltara y que ellos murieran; pero, apelado por la señora fulana, interviene un subalterno de Dios (la Virgen en cuestión) y cambia esos planes. ¿Cómo alguien puede pensar así?” 

Pabellón de reposo, por Camilo José Cela


Decía un amigo mío, Claudius Van Vlardingenhoken, verdugo de Botaina, que había que intentar todos los caminos, asomarse a todos los mares, llamar a todas las puertas. ¿Qué camino -decía- nos lleva a la felicidad? ¿Por qué mar nadará el tiburón que menos nos hará sufrir? ¿Detrás de qué puerta se estará peinando la mujer que nos mirará sonriente?