Fidelma no estaba en contra de que los religiosos de ambos sexos viviesen juntos. Creía, al igual que la mayoría de los seguidores de Roma, de las Iglesias britanas e irlandesas e incluso de las orientales, que los religiosos debían casarse y procrear. Los únicos que ensalzaban el celibato y exigían la separación de sexos entre los religiosos eran los ascetas, y nunca había imaginado que la hermana Gwid pudiese ser una de ellos o respaldase sus postulados.
DOCENDO DISCIMUS. Fidelma sonrió. Era cierto: se aprende enseñando.
No creáis todo lo que oís de nuestra abadía. Nos regimos por la norma dum vivimus, vivamus, «mientras vivimos, vivamos».
No hay comentarios:
Publicar un comentario