domingo, 1 de mayo de 2011

Limpieza de sangre, por Arturo Pérez Reverte


-Nada sé todavía -respondí, con la sencillez que pude-. Pero sé que moriría por vos.
Ignoro si me ruboricé pronunciando tales palabras; mas hay cosas que uno debe decir cuando las debe, y si no lo hace arriesga lamentarlo toda su vida. Aunque a veces lo que lamenta después sea precisamente haberlas dicho.

Si es cierto que cada cual arrastra sus fantasmas, los de Diego Alatriste y Tenorio no eran serviciales, ni amables, ni tampoco grata compañía. Pero, como le oí decir alguna vez encogiendo los hombros con aquel ademán singular, tan suyo, que parecía hecho a medias de resignación e indiferencia: cualquier hombre puede escoger la forma y el lugar donde morir, pero nadie elige las cosas que recuerda.


En la vida lo malo no es conocer, sino mostrar que se conoce. Tan peligroso resulta ser poco discreto revelando que uno sabe de más, como caer en la simpleza de saber de menos. Siempre es bueno prevenir la música antes de que empiece el baile.


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