
El palacio en cuestión es enorme, de pasillos largos y con poca luz donde el protagonista, recién ingresado a trabajar allí, se pierde cada vez que debe ir en busca de una nueva oficina.
¿Para qué sirven los sueños? Para predecir, claro.
Es una historia magnífica, kafkiana, que este albanés, Ismail Kadare, cuenta con sutileza, inteligencia, precisión.
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