miércoles, 16 de marzo de 2011

Un tranvía en SP, por Unai Elorriaga

Una verdadera joyita es este libro. Su autor es muy joven y por esta novela obtuvo el Premio Nacional de Narrativa de España en 2002.

Me encantó. Es preciosa, tierna, con personajes inolvidables y con algunas frases memorables:


El buzón del portal estaba sudando; las cartas querían huir, volver a la oficina de correos o llegar hasta donde tenían que llegar, pero no querían estar en un buzón. En un buzón tan falto de intimidad y sosiego, además. Sobre todo las cartas del banco y la publicidad de fajas. Por eso sacaban los brazos por la ranura. Alguna había caído al suelo, muriendo en el acto. Tan urgentes las presintieron Lucas y María que no cogieron ninguna.

Lo primero que metieron los hermanos en casa fueron los ojos.

Lucas le solía decir a Marcos que el día tiene dos partes. «Casi todos los días tienen dos partes: el día en sí y cuando el día empieza a dejar de ser día».
Decía que el día en sí era para hacer cosas, para ir y venir, para serrar si había que serrar y para hablar si había que hablar. Pero que cuando el día empezaba a dejar de ser día las cosas cambiaban bastante. Cuando el día empezaba a dejar de ser día era para contar. Para contar las idas y venidas, para contar qué se había hecho con la sierra y para contar con quién se había hablado y de qué. Para eso era, esencialmente, el final del día. Lucas le contaba a Marcos que había una tribu en Australia en la que elegían a una persona. «Eligen a una persona para contador de la tribu. El contador ve cosas y piensa cosas. Después se las cuenta a los demás, cuando el día se va acabando». Decía Lucas que ése era su oficio, que no tenía que cazar el contador, ni cocinar, ni pelear..., que era el contador de la tribu y que ése era su oficio.
Por eso sé que en el último día que se está vivo está la tranquilidad. Y por eso pienso en todas las cosas que tengo que hacer antes. Y sé que tengo que hacerlas sin reparo, mejor que el mejor, porque puede ser que en el último día que se está vivo no esté la tranquilidad. Puede ser que el último día que estemos vivos veamos un anuncio de detergente en televisión, y eso nos angustie más que una guadaña o cualquier otro símbolo típico, porque sabemos que los anuncios de detergentes van a seguir y nosotros no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario