lunes, 4 de abril de 2011

Jakob von Gunten, por Robert Walser

Robert Walser (1878-1956) es un escritor dueño de un particular estilo y de una vida que no le va a la zaga. El País, de España, hizo una nota al publicarse sus Microgramas. Este libro que leí, Jakob von Gunten ejerció sobre mí una fascinación extraña: parece que no pasara nada, el ambiente es rato, la escritura precisa, el relato breve. No me pude despegar ni después de haberlo terminado. Van algunas frases que marqué en el libro. ¡Ah! Por cierto, Walser pasó los últimos 25 años de su vida internado voluntariamente en una institución psiquiátrica.
El comentario que más me ha gustado es éste.

Aquí se aprende muy poco, falta personal docente y nosotros, los muchachos del Instituto Benjamenta, jamás llegaremos a nada; es decir, que el día de mañana seremos todos gente muy modesta y subordinada. La enseñanza que nos imparten consiste básicamente en inculcarnos paciencia y obediencia, dos cualidades que prometen escaso o ningún éxito.

Kraus tiene principios, va bien sujeto a su silla, montado sobre la satisfacción, y es éste un rocín al que los amantes del galope prefieren no subirse.
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Pero de algo estoy seguro: el día de mañana seré un encantador cero a la izquierda, redondo como una bola. De viejo me veré obligado a servir a jóvenes palurdos jactanciosos y maleducados, o bien pediré limosna, o sucumbiré.

¡Qué infantiles nos vuelve el miedo! No existe peor comportamiento que el que nace del recelo y la ignorancia.

Me gusta escuchar quejas. Se puede mirar cara a cara al interlocutor y sentir por él una profunda y ferviente compasión…

Hay sinceridades que sólo sirven para herirnos y aburrirnos.

Hacerle un favor a un desconocido que no nos importe nada es algo fascinante; nos permite echar una mirada en paraísos divinamente nebulosos. Y además, pensándolo bien, todos —o al menos casi todos— los hombres nos importan de algún modo.

¿De qué le sirven a un hombre sus ideas y ocurrencias si tiene, como yo, la sensación de no saber qué hacer con ellas?

De Kraus tendré que hablar muchísimo. Es el más honesto y hábil de todos nosotros, los alumnos, y la honestidad y habilidad son ámbitos realmente inagotables e inconmensurables. Nada logra conmover tanto como oler y ver algo bueno y honesto. Las sensaciones de maldad y de bajeza se agotan muy pronto, pero percibir algo noble y honrado es muy difícil y a la vez muy atrayente. No, los vicios me interesan mucho, pero mucho menos que las virtudes.

Por muy necio e ignorante que alguien sea, si sabe adaptarse un poco, si da pruebas de flexibilidad y ligereza, no andará tan perdido; por el contrario, puede que encuentre su camino en la vida con más facilidad que los listos y sabelotodos. Sí, sí, cuestión de maneras...

Hace un calor que promete extraños misterios.

Las empresas grandes y audaces han de realizarse con la máxima discreción y en silencio, de lo contrario se corrompen y desvirtúan, volviendo a extinguirse el fuego que ya empezaba a brotar.

En mi interior mora una extraña energía que me impulsa a conocer la vida a fondo, y un deseo indomable de aguijonear a la gente y a las cosas para que se me abran.

¡Qué breves son los adioses! Uno quiere decir algo, pero como se le olvida la frase apropiada, no dice nada o bien suelta alguna tontería. Despedir y despedirse es horroroso. Son momentos en los que la vida humana se estremece y uno siente vivamente su propia nada. Las despedidas rápidas son desamoradas; las lentas, insoportables. ¿Qué hacer? Pues soltar cualquier simpleza.

Dios está con los que no piensan.

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