A ensayarnos a morir vamos en el sueño, que nos sirve de descanso y de advertencia. Nunca tuve tan clara conciencia de eso como al salir, con trasudores de muerte, de mi extraña duermevela: un desmayo poblado de imágenes, cual lenta pesadilla.
Y como cada vez que vislumbraba la condición oscura del capitán, me estremecí en los adentros. Nunca es grato ganar en años y lucidez, y penetrar así en los rincones ocultos de tus héroes.
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