Madre solía decir que los gatos son como la felicidad: nunca están donde deben estar. Si la felicidad se repite es porque no has llegado todavía, si no se repite es porque llevas tiempo esperándola. Padre a su vez pensaba que la felicidad es un cuerpo, un lugar, un accidente. "Cuando vayamos a las montañas amarillas verás la felicidad", le dijo a Madre el día en que la conoció.
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