En el desván de aquella casa aprendí, después de familiarizarme con la vigilia y con los muertos del Viaducto, que los espejos flanquean nuestra vida, como ángeles de la guarda, prefigurando al hombre futuro que ya pronto seremos, ese hombre envejecido por las claudicaciones y los anhelos no realizados. Los espejos no reflejan la realidad, sino que la anticipan.
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